Muchas personas se dedican a poner huertos en las ciudades. La agricultura urbana ha dejado de ser un pasatiempo y poco a poco se convierte en una alternativa viable para hacer una ciudad cada vez más verde. Sin embargo, la otra cara de la moneda puede estar en los árboles. Especialmente en las ciudades donde no se planificó bien la siembra de árboles y de vegetación, los árboles frutales se hicieron notar.

Por ejemplo: en los países tropicales, uno de los árboles frutales por excelencia es el mango. Este árbol es muy grande y frondoso, y sus raíces pueden ser problemáticas debido a que rompen aceras. Sin embargo, hay muchos defensores de este tipo de árboles.

No solo ornato, sino comida

Los árboles frutales son una herramienta ideal si se quiere aumentar la cantidad de oxígeno en las ciudades, enfriar sus calles y además, proveer de alimento y fuente de ingreso a las personas. Los ayuntamientos podrían usar las frutas recogidas para el consumo de comedores sociales o incluso para la venta, lo que representaría un ingreso adicional a las arcas municipales.

Por su parte, los detractores usan como siempre el temor a posibles accidentes. En efecto, estar caminando por una acera y que caiga encima un mango, un aguacate o una naranja es un problema que puede ser grave si causa lesiones.

Es por eso que los ayuntamientos pueden crear sistemas de recogida de los frutos, especialmente cuando están en temporada, a través de mallas, lo que permita la recolección sistemática y sencilla de los frutos, sin que esto menoscabe directamente en los peatones que circulen debajo de estos árboles.